14 mayo 2011

El yunque de la adversidad

 El yunque de la adversidad
Hay un lugar donde los raíces sintieron la dureza de la arena por primera vez. Allí en el calor fuerte y en esa tierra, que la trajo el mar, se alimentaban. Allí vivían del mar, se sostenían de ello y lo que les proporcionó cada día. Allí se vivía de una manera bastante difícil, en el yunque de la adversidad. Aprendieron la humildad con migas de pan para cada día: a vivir de lo que tuvieron, a compartir con los demás, a nunca malgastar, a disfrutar de la sencillez de la vida.

Pero había amor de sobra. Una comunidad implicada y entregada consiga misma y con la tierra, el mar, los barcos. De esa tierra, creció una belleza eterna como un parásito en las venas de los raíces, a pesar de las dificultades que la tierra suponía. Allí sigue creciendo sin parar ese parásito, en ese ambiente tan humana, frágil y desesperado y aún precioso, a punto de suicidarse y decir que ya basta.

Pero no. No. No. No. Estos raíces no se van. Ni la belleza tampoco. Hagan lo que hagan. Dicen lo que dicen. Ignoran lo que ignoran. Ese espíritu es inmortal. Es parte de la base, de cada retoño que aparece.

Puede que mi corazón no se forjó con la misma dureza de la arena, pero la sangre que corre dentro conoce muy bien a la aspereza. Aunque la carne se la oculta, yo no puedo.

D.B.S.