Hace poco más de dos meses, en una tarde vernal, a pocos días del inicio del año escolar, se celebró el último día de pruebas de acceso a los equipos de la escuela donde enseño y donde este año debutaba como entrenador de fútbol de la escuela. Los mejores jugadores fueron escogidos para el primer equipo. Casi todos estudiantes de primer año fueron designados al equipo de los de primer año, menos un afortunado que se metió en el primer equipo. De los jugadores restantes, se formó el equipo B. De ellos podría tirar el primer equipo en un momento de necesidad. De los que quedaban, se hizo el equipo C.
Históricamente, y lógicamente, son muy pocos los que llegan al primer equipo tras haber pasado por el C. Después del primer año o pasan directamente al primer equipo o pasan por el B. El C representa una tierra de nadie para una generación de futbolistas. Al principio, algunos de mis jugadores fueron objetos de bromas por estar en el "C". De unos 30 candidatos, convoqué un equipo de 25. A lo largo de la temporada, por compromisos personales, dos tenían que salir del equipo. Otros dos fueron subidos al B como refuerzos a mitad de temporada. Era un golpe perder a dos titulares pero dos jugadores vinieron del cielo para sumarse al grupo casi al mismo tiempo. No se presentaron en las pruebas iniciales así que les di unos días de prueba y en seguida se notaban las ganas y la calidad de cada uno. Al final, los 23 y yo seríamos campeones pero solamente después de recurrir un camino largo, muchas veces arduos, y que recordaremos todos para el resto de nuestras vidas.
El camino nos convirtió en palabras de los jugadores en "
una familia".
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Tomando apuntes en Buñol |
Un club, una familia
En febrero de 2012, tuve la oportunidad de visitar las instalaciones del Levante U.D. en Buñol, Valencia. Me facilitaron acceso al preparador físico Estanis, al analista deportiva Joseda, al director de la cantera David Salavert y brevemente al grandísimo y señorial Juan Ignacio Martínez. Pude conocer desde dentro a una de las mejores Levantes de la historia, la que a la bocina sería el EuroLevante. Fue para mí la experiencia más importante para mí formación como entrenador. Aquellas personas y aquel plantel me marcaron para siempre. Fue el primer Levante que pude ver con mis propios ojos en situ. Estuve allí en el momento preciso,
cuando tocamos fondo perdiendo 2 a 4 contra el Rayo en casa. Fue un Levante que supo superar todas las adversidades que se le venían encima. Era un club y una familia.
Así fue el equipo que entrené este año. Les debo mucho al cuerpo técnico del Levante de aquella mágica temporada porque era mi punto de partida, me dio mucha motivación este año. También, debo agradecer a la afición levantinista por su constante apoyo en todas mis aventuras.
Forjados en la adversidad
Al igual que el Levante, nuestro equipo compite en unas condiciones adversas. Nuestra liga es muy potente y las comunidades con las que competimos tienen mejores canteras establecidas y muchos más recursos económicos. Nuestra escuela no gana campeonatos y no son pocos los que dicen que no podemos competir en esta liga. También, sufrimos porque otras escuelas meten a jugadores bastante más formados en sus "C" porque tienen sus "A" y "B" repletos de jugadores buenos.
La última vez que el "C" nuestro llegó a la final fue en 2007. No lograron el título. En aquel entonces, solamente se podía formar una plantilla de los estudiantes de segundo año. Actualmente, se puede tirar de todos los niveles. Me dicen que nunca antes se consiguió el campeonato y, si bien no hay libros para consultar estas cosas, por lo menos podemos decir sin ninguna duda que nunca se ha conseguido en el formato actual.
Había una cultura perdedora y yo después de un mal partido les preguntaba:
¿Cómo se gana? Una y otra vez hasta que uno dijo "
Trabajo duro". Se convirtió en nuestro lema y nuestra seña de identidad.
El día que tocamos fondo y la racha de intratables
El 24 de septiembre tocamos fondo. Un equipo que empezó con dos empates y dos victorias (por goleada y con record de goles en un partido 7 en cada una) había perdido su cuatro partido consecutivo. De aquellas cenizas, saldría un equipo campeón que no le importaba el rival que tuviera en frente. Acabaríamos ganándoles a equipos que nos ganaron anteriormente y además que nos llamaban a la cara en dos ocasiones
"Débiles".
Pusimos fin a aquella racha negativa con una victoria fuera (nuestra primera de la temporada) y a partir de allí solamente perderíamos un partido de los últimos nueve. La única derrota fue ante el otro instituto de nuestra ciudad. A la postre, sería nuestro rival en la final.
Llegó el último partido de liga. Teníamos en frente al cuarto clasificado. Le ganamos por goleada en su campo por 0-4 y con goles vistosos. Me miraban con estupor tanto los rivales como los míos. Todos se dieron cuenta de lo que les venía diciendo, este equipo no tenía techo.
El camino a la gloria
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Cuartos de final |
A causa de la mala temporada regular partimos como el séptimo clasificado en el torneo. Tendríamos
un camino complicado. Sacamos el primer partido en la primera mitad con un marcador de 3-0. Entonces, les di lo que serían para algunos sus últimos minutos con la camiseta. Recibimos dos goles y sufrimos en momentos pero salimos convencidos de nosotros mismos y los menos habituales se engancharon. Ganamos por 4 a 2 en nuestro último partido en casa.
Al día siguiente, nos enfrentamos con el segundo clasificado y físicamente el equipo más potente de la liga. Le ganamos en su campo. Nos pusimos en frente justo antes del descanso y cuando ellos remontaron al inicio de la segunda mitad, no nos rendimos. Un cabezazo lento y precioso besó la red para el 1-2 y a partir de allí aguantamos unos diez minutos de sufrimiento puro.
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Semifinal |
La semifinal nos llevó a un campo destrozado por el lodo. Tuvimos que jugar en el barro, con lluvia y acabaríamos acusando hasta la oscuridad. No nos importó. Sacamos provecho de un mágico cabezazo del jugador más pequeño que saltó un metro por lo menos para rematar un centro. Otra vez, entramos al descanso con ventaja 0-1. Nos remontaron en un gol con mucha suerte donde en varios momentos pudimos sacar la pelota pero resbalábamos en el lodo. Llegó la recta final de la segunda parte y en un momento de genialidad, el delantero que más en racha estaba (marcó 5 en los cuatro partidos del torneo cuando solamente había marcado dos goles en toda la temporada) lanzó un tiro lejano. Tenía que haber estado quince metros fuera de la area pero cuando vimos al portero volteándose, supimos que se metía. Un golazo en toda regla. No hubo manera de contener las emociones. Empezó la cuenta atrás para la final el siguiente día a la una.
La final
Me acuerdo del convencimiento total de que ganaríamos el partido. Había hecho algunos movimientos tácticos aquella semana que me tenían convencidísimo del resultado. Un cambio les sorprendió a todos. En cuartos de final para defender el resultado definitivo de 1 a 2, le había retrasado a nuestro mediocampista estrella a la línea defensiva. Me diría más tarde, "no les voy a dejar meter ni uno". Así fue. Dio igual que fuera bajito. Era intratable. Aun así, sufrí los nervios más tremendos el día de la final. No era miedo, era el convencimiento total de que seríamos campeones y las ganas de saborear el título me comían por dentro. Pasaban tan lentamente las horas previas. Era un calvario.
De la final en sí, no les voy a hablar. Las imágenes hablan por sí solas...